REPSI -
Revista Ecuatoriana de Psicología
Volumen 5, Número 13,
septiembre-diciembre 2022
ISSN: 2661-670X
ISSN-L: 2661-670X
pp. 178 – 196
Adolescentes Resilientes ¿Es la
Maternidad una Crisis?
Resilient Adolescents: Is Motherhood a Crisis?
Adolescentes Resilientes: A maternidade é uma crise?
Tayron Alberto Sanchez Duran
sanchezduran.t.a@gmail.com
https://orcid.org/0000-0003-2403-9092
José Manuel García Cortés
jose.garcia@zaragoza.unam.mx
https://orcid.org/0000-0003-2520-1610
Ana Teresa Rojas Ramírez
ana.rojas@zaragoza.unam.mx
https://orcid.org/0000-0003-1409-9104
Michelle García Torres
michelle.garcia@zaragoza.unam.mx
https://orcid.org/0000-0003-1997-9274
Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM). CDMX, México
Recibido el 21 de noviembre 2022 / Aceptado el 2 de
diciembre 2022 / Publicado el 19 de diciembre 2022
Escanea en tu dispositivo móvil o revisa este artículo en:
https://doi.org/10.33996/repsi.v5i13.81
RESUMEN
Las personas cuentan con la capacidad de hacer frente a las adversidades
y salir fortalecidas, a esto se le llama “resiliencia”
Palabras clave: Adolescencia; Crisis; Embarazo; Maternidad; Resiliencia
ABSTRACT
People have the capacity to face adversities and
emerge stronger, this is called "resilience"; these adversities must
be significant for the individual, generating the need to make a decision to
become stronger; these situations are called "crises". The objective
was to determine the relationship between the perception of motherhood with
crisis and resilience in adolescent pregnancy. The sample consisted of 394
women between 14 and 68 years of age, of whom 194 indicated having experienced
a pregnancy between the ages of 12 and 26. The Resilient Potential Scale, the
Maternity Beliefs Scale and the questionnaire evaluating the conception of
pregnancy as a crisis were used. The results allow us to conclude that the way
in which women conceive motherhood does not significantly influence whether the
event is a crisis, or whether they will be resilient.
Key words: Adolescence; Crisis; Pregnancy; Motherhood; Resilience; Resilience
As pessoas têm a capacidade de enfrentar as
adversidades e emergir mais fortes, a isto chama-se
"resiliência"; estas adversidades devem ser significativas para o
indivíduo, gerando a necessidade de tomar uma decisão para se tornar mais
forte; estas situações são chamadas "crises". O objectivo
era determinar a relação entre a percepção da maternidade com a crise e a
resiliência na gravidez adolescente. A amostra consistiu de 394 mulheres com
idades compreendidas entre os 14 e 68 anos, das quais 194 relataram ter sofrido
uma gravidez entre os 12 e os 26 anos de idade. Foram utilizados a Escala de
Potencial Resiliente, a Escala de Crenças de
Maternidade e o questionário que avalia a concepção da gravidez como uma crise.
Os resultados permitem-nos concluir que a forma como as mulheres concebem a
maternidade não influencia significativamente se o evento é uma crise, ou se
serão resilientes.
INTRODUCCIÓN
Puede
considerarse a la adolescencia como la fase del desarrollo en la que se inicia
el proceso de individualización de forma consciente y se define la identidad
(Lamas, 2007; Papalia et al., 2012) de la que se
espera que al concluir se asuman roles y metas de acuerdo con las habilidades y
posibilidades e idílicamente, se alcance la independencia del núcleo familiar (Ceberio, 2009; Papalia et al.,
2012). El abordaje de esta etapa requiere hacerse en correspondencia con el
contexto histórico y cultural (Contrera y Martín,
2011). No obstante, la edad que se considera para esta etapa puede variar; sin
embargo, autores como Valdés et al. (2002) sitúan sus límites entre los 13 y 19
años, señalando que durante este tiempo la persona adquiere la capacidad
reproductiva y transita de los patrones psicológicos característicos de la
niñez a los propios de la adultez.
Para este
desarrollo es importante la familia, pues las actitudes, estabilidad, seguridad
y modos de ser se forman en los primeros años de vida (Instituto Nacional de
Estadística, Geografía e Informática, 2015; Jennings y
Niemi, 1968). Tal grupo llega a incluir a las
personas que están unidas por una historia social e individual, que se ve
permeada por lazos afectivos y comunicativos, y que, de una u otra manera son
relevantes en el desarrollo del individuo, especialmente la familia mexicana,
que se adecúa de forma permanente a las diversas transformaciones
socioculturales (González, 2017).
Ahora bien, a
la familia se le pueden atribuir funciones como la enseñanza, el cuidado físico,
establecimiento de relaciones afectivas, integración y adaptación al grupo,
apoyo económico, generación de responsabilidad, disfrute del ocio y el
reconocimiento de la autonomía
De acuerdo con Oudhof y Robles (2014) es importante considerar las modificaciones
que se han dado en la dinámica familiar debido a que la responsabilidad del
hogar ya no es sólo asunto del género femenino, sino que, aunque la mujer se ha
mantenido como la piedra angular de la familia, las transformaciones en los
roles del hombre y la mujer han generado un rol dual de la mujer debido a su
mayor nivel educativo y su creciente incorporación al mundo laboral; por lo que
su manera de asumir dificultades, retos, éxitos y fracasos, es distinta comparada
con las familias de hace unos años (Gallego, 2012).
Considerando lo
anterior, la manera en que una persona se desenvuelve al enfrentar adversidades
o en la búsqueda de sus metas, no es únicamente su propia responsabilidad, sino
que es todo un conjunto de factores personales, sociales, políticos y
económicos entrelazados (Camacho, 2015). Ahora, cuando las personas, se
enfrentan a dificultades significativas en la vida, se habla de “Resiliencia”, la cual se entiende como la capacidad para
hacer frente a las adversidades de la vida y salir fortalecidas de las mismas (Grotberg, 1995; Walsh, 2004; Munist et al., 1998); es un proceso dinámico entre las
personas y su medio ambiente (Luthar et al., 2000) y
para algunos, como lo son Gaxiola y Frías (como se cita en Gaxiola et al., 2013)
es sinónimo de adaptabilidad, por lo que se define como la capacidad de
responder de forma adaptativa ante situaciones de riesgo.
Se sabe que la resiliencia está asociada a la salud (González-Arratia et al., 2009), a la calidad de vida en adolescentes
(Restrepo-Restreo et al., 2011) y al desarrollo de
vínculos prosociales (Quintana et al., 2009). Para
Gaxiola et al. (2011) la resiliencia se compone de al
menos diez atributos: afrontamiento, actitud positiva, sentido del humor,
empatía, flexibilidad, perseverancia, religiosidad, autoeficacia, optimismo y
orientación a la meta; los cuales, en combinación, permitirán que la persona
supere las situaciones de riesgo que enfrenta.
Por su parte, Villalba (2003) le otorga una gran importancia a los
procesos y situaciones de riesgo-protección, en su consideración, la resiliencia aumenta en tanto la familia capacita a sus
integrantes para afrontar las situaciones estresantes
Y sucede que,
aunque existen distintas atribuciones hacia la resiliencia,
como lo es la capacidad de enfrentar exitosamente cambios significativos,
adversidades o riesgos (Lee y Cranford, 2008); lo
cierto es que no puede ser propiamente medida, pues no es un fenómeno estático.
Entonces, lo que se puede medir es, precisamente, la capacidad de llegar a
serlo, en función de características específicas y eventos mediadores, que en conjunción
dinámica pueden proporcionar una estimación acerca del potencial resiliente que presenta el individuo frente a las
adversidades (Windle et al. 2011).
Cuando estas
adversidades se presentan a modo de un embarazo adolescente, se ha de
considerar que, los conceptos y significados de las maternidades están
permeados por la historia de vida, el momento del ciclo de vida, los valores
socioculturales y los proyectos vitales (Palomar, 2004). Acarrea implicaciones
drásticas en el proyecto de vida, en especial cuando se encuentran cursando
estudios universitarios, lo que puede generar una crisis (Brooks-Gunn y Chase Lansdale, 1994; Koniak-Griffin y Turner-Pluta,
2001; Luster y Mittelstaedt,
como se cita en Luster y Okagaki,
2005; Osofsky, et al., 1993; Velásquez, 2009; Zabin y Hayward como se cita en Gilbert y Wright, 2003);
implica la necesidad de la madre de transformar y reorganizar su identidad,
respecto a las nuevas funciones que debe asumir, ya no como mujer adolescente,
sino también como madre (Botero et al., 2018; Clemmens,
2003) y estos retos y responsabilidades anticipan la transición a la adultez (Nóblega, 2009; Valdivia y Molina, 2003; Mantilla et al.,
2004).
Respecto a
ello, es importante señalar que la mayoría de las adolescentes reconocen en su
propia madre una fuente de apoyo frente a los retos que trae consigo la
maternidad temprana, lo que contribuye a minimizar sus ansiedades y temores
(Botero et al., 2018; Carrillo et al., 2004; Torres et al., 2008). Cuando se
produce un embarazo adolescente, a menudo la familia se reúne para conversarlo,
este puede ser un golpe arrollador para la vida familiar y su funcionamiento
habitual (Molina et al., 2019).
Asimismo, la
maternidad también depende de las condiciones en el momento de la gestación; tales
como la edad, posición socioeconómica, escolaridad y la corresponsabilidad de
la pareja; pues no es lo mismo para una adolescente o joven que para una mujer
adulta, quien ha planeado tener el hijo (Cáceres, 2012). Hablando
específicamente del embarazo adolescente, se define como aquel que ocurre entre
la menarquia y los 19 años, este representa a un grupo donde se reporta un
mayor riesgo de complicaciones y muerte (Ministerio de Salud y Protección
Social en Ortiz et al., 2018); el cual tiene características desventajosas para
las adolescentes y sus hijos (Arriaga-Romero et al., 2010; Buvinic,
1998). Es importante tener presente que los adolescentes llegan a ser fértiles
aproximadamente 6 o 7 años antes de ser maduros emocionalmente (Váldes et al., 2002).
En los trabajos
de Laurel Morillón, respecto a las causas de este
tipo de embarazo nombradas por los adolescentes, se pueden encontrar la falta
de educación sexual, hábitos culturales, religión, nivel educativo, situación
socioeconómica, rebeldía adolescente, búsqueda de identidad, soledad, necesidad
de autoridad, pertenencia y/o vivir en una familia disfuncional (Grupo Multicolor, 2017; Molina et al. 2019; Nóblega,
2009; y Torres, 2007).
Incluso
estudios muestran que, si los progenitores fueron padres adolescentes, es más
probable que sus hijos lo sean (Molina et al., 2019) y que los embarazos
adolescentes se producen a pesar del acceso y disponibilidad a los medios
anticonceptivos (Ramos, 2013). Sin embargo, la maternidad adolescente no
siempre se consideró problemática. Durante varias décadas y en diversos
contextos culturales tener hijos a edades tempranas constituyó un esquema
normativo de reproducción. Por lo que existe la necesidad de no verla como algo
únicamente negativo o positivo, sino también dar cuenta de los paradigmas sobre
los cuales se están realizando dichas valoraciones (Portier-le Cocq, 2007). Para, en última instancia, vincular la discusión sobre la maternidad
adolescente con dos cuestiones: la compleja definición de la adolescencia y la
tensión entre las construcciones de la maternidad (Schütz, 1993).
De acuerdo con Llanes (2012), para entender la maternidad es necesario contemplar
las distintas formas en que la experiencia es construida y significada por las
adolescentes; así como los distintos escenarios socioeconómicos y culturales
desde los que se construyen los significados de la maternidad y los diferentes
aspectos que implica. De hecho, investigaciones llevadas a cabo por Baker
(2009) y Nóblega (2009) plantean que las adolescentes
ven la identidad de buena madre como una práctica resiliente
contra la estigmatización. Así pues, concebir la maternidad como una
experiencia subjetiva implica considerar a las madres adolescentes como actores
que, aunque inmersas dentro de contextos socioeconómicos y culturales
concretos, tienen la capacidad de transformar sus prácticas sociales (Llanes, 2012).
A partir de
testimonios, Botero et al. (2018) aportan las siguientes conclusiones sobre la
maternidad en adolescentes: a) No solo conlleva cambios físicos, sino que tiene
impacto en diferentes aspectos de la vida, b) Los temores y ansiedades aparecen
vinculadas al cuestionamiento sobre sus propias capacidades en la maternidad,
c) Una vez es confirmado el embarazo, surgen emociones como la angustia y el
temor a anunciarlo ante sus familiares, y d) La mayoría expresaron haber
contemplado interrumpir el embarazo.
Por otra parte,
algunas consecuencias del embarazo adolescente son: impactos negativos en la
integración social, oportunidades limitadas de estudio y trabajo, abandono de
estudios, sensación de frustración y dificultades para la crianza (Centro de
Análisis de Políticas Públicas, 2000; Cuenca y Espinoza, 2014; Dussaillant, 2017; Issler como se
cita en Gálves et al., 2016; Molina et al., 2019; Váldes et al., 2002), postergando así el desarrollo
personal (Hernández-Quirama et al., 2019).
Ahora bien, si
un embarazo adolescente llega a representar un problema significativo, es
posible que se esté hablando de una “Crisis” lo que conlleva un cambio crucial,
significativo y/o determinante (Gonzalez, 2001). En
otras palabras, una crisis es un estado temporal de desorganización,
fundamentalmente caracterizado por una falta de habilidad personal para
afrontar una situación con los mecanismos habituales, y por el potencial para
obtener un resultado radicalmente positivo o negativo, para mejorar o empeorar
(Bertomeu, 2019; Lidell y
Scott, 1968, como se citó en Valdez, 2012; Slaikeu,
1988; Universidad Nacional Autónoma de México, sf);
un peligro y oportunidad ocurriendo al mismo tiempo (Wilhelm, 1967, como se
cita en Valdez, 2012); durante este periodo existe una amenaza de pérdida de
los objetos conseguidos, ya sean económicos, sociales, religiosos, psicológicos,
etcétera (Espinoza, 2017).
Pero no es
igual para todos, sino que el nivel de aflicción personal respecto a un evento
o circunstancia está relacionado con la percepción del individuo acerca del
mismo, dependiendo de las características de dicho individuo y del contexto
(Roberts et al., 2000, como se cita en Valdez, 2012). Continuando con esta
línea, Valdez (2012) menciona que para que se dé una crisis, no basta con que
haya un evento peligroso o traumático, sino que el individuo debe estar
consciente de la causa de tal disrupción en su vida y, debe ser consciente
también de su propia incapacidad para resolverlo en su estado actual. Indica
que la personalidad, la resiliencia y el apoyo social
son factores de impacto en la presencia o ausencia de la crisis. Por lo
anterior, es totalmente natural que, ante un mismo acontecimiento, un sujeto
presente una crisis y otro no (Espinoza, 2017).
En el año 1974,
Caplan (como se citó en Gonzalez
de Rivera, 2001) menciona que en una crisis se pueden identificar las
siguientes fases generales: a) Shock, es cuando algo ocurre y no puede ser
solucionado de la manera en que se suelen resolver otras situaciones; b) Desorganización
crítica, se realizan actividades para evitar la situación o para descargar la
tensión, se pueden presentar sentimientos de indefensión y fracaso; c) Resolución,
se toma una decisión que puede conllevar la creación de nuevos recursos personales
y un crecimiento para enfrentar la situación, o se pueden emplear mecanismos desadaptativos de evitación; d) Retirada final, si la
crisis no se resuelve, se llega a la retirada, que puede ser absoluta, como el
suicidio.
Ahora bien, es necesario
resaltar que el embarazo adolescente no es un asunto de importancia menor. De
hecho, de entre los países de la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico (como se citó en Instituto Nacional de las Mujeres, 2020),
México ocupa el primer lugar en embarazos adolescentes, con una tasa de
fecundidad de 77 nacimientos por cada mil adolescentes de 15 a 19 años de edad;
aproximadamente ocurren al año 340 mil nacimientos en mujeres menores de 19
años, de las cuales el 70% vive en situación de pobreza (García, 2016) y el
28.9% de las adolescentes que quedan embarazadas desertan del colegio (Venegas
y Valles, 2019). A lo cual se le suman los severos problemas de salud que un
embarazo adolescente puede conllevar (Issler como se
cita en Gálves et al., 2016; Ministerio de Salud y
Protección Social como se citó en Ortiz et al., 2018; Váldes
et al., 2002) y que puede implicar un impacto psíquico y emocional en el
desarrollo y en las relaciones interpersonales.
Con lo anterior
expuesto, resulta importante determinar si la percepción del embarazo durante
la adolescencia se presenta como una Crisis,
considerando tanto el significado atribuido que las mujeres le dan a la
maternidad, como los recursos personales con los que se disponga para enfrentar
las situaciones percibidas como adversas. Por ello, el objetivo de este estudio
fue determinar cómo se relaciona la percepción de la maternidad con la crisis y
resiliencia en el embarazo adolescente.
MÉTODO
Mediante un
muestreo no probabilístico, accidental, de conveniencia y por cuotas, se contó
con una muestra inicial de 403 participantes mujeres, se eliminaron del
análisis 9 casos por razones de invalidación de la aplicación (omisión de
reactivos y patrones de respuestas); quedando una muestra final de 394
participantes, las cuales fueron organizadas en dos grupos: 1) Mujeres que
vivieron un embarazo durante su adolescencia y 2) Mujeres que no han vivido un
embarazo adolescente.
Respecto al
grupo 1, se comprende de 194 participantes, la edad promedio fue de 28.5 años
(DE = 10.6) con un rango de embarazo de 12 a 16 años (M = 15.7, Mo hijos = 1).
Al momento del estudio, el 41.1% se encontraban solteras, 28.9% en unión libre
y 24.2% casadas. En cuanto a la escolaridad, el 57.4% declararon ser estudiantes
en activo (30.5% de nivel bachillerato, 25.8% licenciatura y 1.1% posgrado). Y
como actividad laboral, el 57.9% trabajan de tiempo completo, mientras que el
24.7% trabajan medio tiempo.
Para el grupo
2, comprendido por 200 participantes, la edad promedio fue de 19.6 años
(DE=4.2); el 95.6% declararon ser solteras, 2% viven en unión libre y el .5%
casadas. El 99.5% es estudiante en activo: 39.2% cursan el nivel bachillerato y
el 60.3% el nivel licenciatura; en tanto a la actividad laboral, el 18.1% trabajan,
y el 7.8% realizan alguna otra actividad además de estudiar y/o trabajar. Aunado a ello, se conjuntó una batería que
constó de los siguientes 3 instrumentos, además del consentimiento informado
para la participación voluntaria.
Escala de
Potencial Resiliente E-PORE (García y García-Méndez,
2013). Se trata de una escala diseñada para valorar la capacidad que posee el
individuo para poder hacer frente a la adversidad, producto de la interacción
de factores positivos y negativos de su personalidad e interacción social;
consta de 33 reactivos divididos en 7 factores: Evasión, Autodeterminación, Aflicción,
Control, Afiliación, Sobregeneralización y Bienestar.
Cuenta con una Varianza Total Explicada de 52.06% y un Alfa de Cronbach Total de .681.
Escala de
Creencias sobre la Maternidad (González et al., 2018). Consta de 13 reactivos
distribuidos en 2 factores: 1) Maternidad como sentido de vida y 2) Maternidad
como deber social; tal instrumento cuenta con una varianza total explicada de
59.45% y un alfa de Cronbach total de .927.
Cuestionario
evaluativo de la concepción del embarazo como crisis. Este instrumento fue
diseñado para la presente investigación con el fin de evaluar la concepción que
se tiene respecto a las situaciones de crisis vivenciadas a partir de 3
dimensiones: 1) Percepción sobre la Crisis, 2) Impacto percibido y 3) Control
de la situación. Consta de 10 reactivos en una escala Likert donde 0 equivale a
“ausencia de control” y 10 a “control total” sobre la situación. Su valor de Alfa
de Cronbach Total es de .877.
En cuanto a la recolección
de la información por medios impresos (físicos), se acudió a escuelas de nivel
medio superior y superior, de distintas instituciones públicas y regiones de la
Ciudad de México y Zona Metropolitana. Las aplicaciones se realizaron en las
instalaciones académicas (con el apoyo de profesores que facilitaron tiempo de
sus clases), las participantes fueron contactadas de manera intencional y se
les pidió que contestaran los instrumentos, se les proporcionó un
consentimiento informado de participación en anonimato, también se les aclaró
que los datos recabados serían únicamente empleados con fines de investigación
científica. Al término de cada aplicación se revisó el correcto llenado de los
instrumentos y se les agradeció a las participantes. Este proceso de
recolección de datos se llevó a cabo durante 1 mes aproximadamente, y cada
aplicación duró alrededor de 15-20 minutos.
Ahora bien,
para la recolección de información mediante el uso de herramientas electrónicas,
debido a la contingencia por COVID-19 y a las medidas sanitarias, se optó por
hacer uso de Formularios Google para continuar con la investigación. Se
programó un formulario digital paralelo e idéntico en contenido a la batería
que se aplicó de forma presencial, cuenta con las aclaraciones del
consentimiento informado; para ello se contactó a las participantes por medio
de redes sociales, con el apoyo de personas que fungieron como difusores del
formulario, siempre asegurándose de que la información recabada sería utilizada
únicamente con fines científicos. Este proceso de recolección de datos se llevó
a cabo durante 2 semanas aproximadamente, y cada aplicación tuvo una duración
de alrededor de 15-20 minutos.
Los datos
recabados de ambos procedimientos se vaciaron en el programa SPSS V24, se
realizó una limpieza de la base de datos, se eliminaron los casos incompletos
(teniendo como límite de tolerancia, que hayan omitido responder un máximo de 5
ítems, tales casos se imputaron). Posteriormente, se obtuvieron las medidas de
tendencia central y dispersión, en función de esto se eliminaron los casos
atípicos. Para el análisis inferencial se aplicaron correlaciones de Pearson
entre los factores de las tres escalas aplicadas con la base de datos
segmentada por grupos: mujeres que han vivido el embarazo (grupo 1) y aquellas
que no (grupo 2).
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
En primera
instancia se presentan los resultados de los Valores de las Medias y DE por
cada variable; en segundo lugar, se presentan los resultados para los análisis
de correlaciones. A este respecto, mientras que quienes no han vivido un
embarazo, muestran puntajes más altos en 5 de estos 7 factores (Evasión, Autodeterminación, Aflicción,
Afiliación y Sobregeneralización). El gráfico 1
muestra que el grupo 2 de mujeres que no han vivido un embarazo adolescente,
presentan puntuaciones más elevadas en su Potencial Resiliente respecto al grupo 1, a
excepción de los factores de Autoconfianza y Bienestar.
Gráfico 1. Medias y
desviaciones estándar de los factores del Potencial Resiliente.
En el gráfico 2 se puede observar que, las
mujeres que no han vivido un embarazo presentan medias más elevadas en los 3
factores de la crisis (Percepción de la crisis, Impacto de la crisis, y Control
de la crisis).
Gráfico 2. Medias y
desviaciones estándar de los factores de la crisis.
En el gráfico 3 se puede observar que, las
mujeres que han vivido un embarazo presentan medias más elevadas en los 2
factores de la Visión de la Maternidad (Maternidad como sentido de vida y Maternidad
como deber social).
Gráfico 3. Medias y
desviaciones estándar de los factores de la Visión de la Maternidad.
En el gráfico 4 se puede observar que, de manera
general, las mujeres que han vivido un embarazo presentan medias más elevadas
en 2 de los 3 constructos (Potencial Resiliente y Visión de la Maternidad). Mientras que las
mujeres que no han vivido un embarazo presentan un puntaje alto en
cuanto a la crisis.
Gráfico 4. Medias y Desviaciones Estándar de la Crisis, el Potencial Resiliente y la Visión de la maternidad.
Correlaciones entre variables
En la Tabla 1 se puede observar que para quienes
han vivido un embarazo adolescente, se dieron correlaciones estadísticamente
significativas entre la Percepción de
la crisis con los factores del Potencial Resiliente
a excepción del factor de Autodeterminación. Por el contrario, el factor
Impacto de la Crisis, solo correlacionó significativamente con la Evasión y Sobregeneralización; y el factor Control de la Crisis con
los factores de Control y Sobregeneralización.
Tabla 1. Correlación entre los factores de Crisis y
Potencial Resiliente para quienes han vivido un
embarazo
Potencial Resiliente |
Percepción de la crisis |
Impacto de la crisis |
Control de la crisis |
Evasión |
.390** |
.156* |
-.126 |
Autodeterminación |
-.127 |
.095 |
.023 |
Aflicción |
.363** |
.086 |
-.126 |
Control |
-.214** |
.001 |
.159* |
Afiliación |
-.157* |
.049 |
.074 |
Sobregeneralización |
.240** |
.172* |
-.144* |
Bienestar |
-.184* |
.049 |
.025 |
*p < .05, **p. <.01
Para quienes no han vivido un embarazo las
correlaciones se dieron de la siguiente forma: factor Percepción de la Crisis
solo correlaciona con la Evasión y Afiliación; factor Impacto de la Crisis con
Evasión, Aflicción y Sobregeneralización; y factor
Control de la Crisis con Evasión (Tabla 2).
Tabla 2. Correlación entre los factores de Crisis y
Potencial Resiliente para quienes no han vivido un
embarazo.
Potencial Resiliente |
Percepción de la crisis |
Impacto de la crisis |
Control de la crisis |
Evasión |
.144* |
.142* |
-.170* |
Autodeterminación |
.033 |
.083 |
.023 |
Aflicción |
.125 |
.181* |
-.002 |
Control |
-.085 |
-.032 |
.066 |
Afiliación |
-.226** |
-.083 |
.048 |
Sobregeneralización |
.091 |
.191** |
-.081 |
Bienestar |
-.091 |
-.056 |
.024 |
*p < .05, **p. <.01
Respecto a la relación entre el Potencial Resiliente y la Visión de la Maternidad, en la Tabla 3 se
puede observar que no existen correlaciones estadísticamente significativas
entre los factores de ambas variables para ninguno de los dos grupos de
mujeres.
Tabla 3. Correlación entre los factores de Visión de la
maternidad y Potencial Resiliente
Potencial Resiliente |
Maternidad como sentido de vida |
Maternidad como deber social |
||
|
VEA |
NVEA |
VEA |
NVEA |
Evasión |
-.007 |
-.012 |
.004 |
.045 |
Autodeterminación |
-.019 |
-.005 |
-.009 |
.008 |
Aflicción |
.003 |
-.069 |
-.004 |
-.025 |
Control |
.012 |
.066 |
.027 |
.089 |
Afiliación |
-.053 |
.097 |
-.037 |
.062 |
Sobregeneralización |
-.012 |
-.009 |
-.069 |
.055 |
Bienestar |
-.008 |
.136 |
.006 |
.098 |
Nota: VEA = Vivenciado un
embarazo adolescente, NVEA = No Vivenciado un embarazo adolescente
*p < .05, **p. <.01
Finalmente, en la Tabla 4 se puede observar que
no existen correlaciones estadísticamente significativas entre los factores de
la Crisis y los de la Visión de la Maternidad en ambos grupos, salvo el factor
de Maternidad como Sentido de Vida y el Control de la Crisis para el grupo de
mujeres que no han vivenciado un embarazo.
Tabla 4. Correlación entre los factores de Crisis y la
Visión de la maternidad para quienes han vivido un embarazo
Visión de la Maternidad |
Percepción de la crisis |
Impacto de la crisis |
Control de la crisis |
|||
|
VEA |
NVEA |
VEA |
NVEA |
VEA |
NVEA |
MSV |
-.082 |
-.047 |
-.098 |
-.084 |
.034 |
.155* |
MDS |
-.053 |
-.112 |
-.135 |
-.077 |
.115 |
.116 |
Nota: VEA = Vivenciado un
embarazo adolescente, NVEA = No Vivenciado un embarazo, MSV = Maternidad como
sentido de vida, MDS = Maternidad como deber Social
*p < .05, **p. <.01
Discusión
Independientemente de la contingencia causada por el COVID-19, se logró
concluir la investigación con resultados satisfactorios, cumpliendo el objetivo
planteado. Se ha podido determinar que la visión (positiva o negativa) que las
mujeres tengan acerca de la maternidad, no necesariamente determina si vivir un
embarazo adolescente representará o no una crisis; ni tampoco si, en caso de
que entrar en crisis, saldrán adelante o no. Sin embargo, existe una clara,
aunque leve tendencia por parte de las mujeres que no han vivido un embarazo, a
considerar que, de vivirlo, sería más posible que entrasen en crisis, en
comparación con la crisis que presentaron aquellas que ya han vivido un
embarazo.
Pese a que no existe una relación significativa, los resultados permiten
ver y corroborar la complejidad tanto del fenómeno del embarazo adolescente,
como de las situaciones de crisis para las personas; pues abre la puerta a
comprender que las crisis y la resiliencia no solo
dependen de cómo se visualice la situación, ni únicamente sería responsabilidad
de la mujer (Camacho, 2015) sino que, aparentemente sería todo un sistema
complejo en el que
Tales hallazgos permiten confirmar la importancia y el alcance que un
embarazo adolescente tiene no solo sobre la misma mujer, sino sobre todo lo que
la rodea y se relaciona con ella; tal como lo mencionan Buitrón (como se cita
en Nóblega, 2009), Molina et al. (2019), así como
Venegas y Valles (2019). Sin embargo, los resultados de las mujeres que ya han
vivido un embarazo indicaron menor crisis, una visión de la maternidad más positiva
y potencial resiliente, lo cual respaldaría lo dicho
por Venegas y Valles (2019) acerca de que tal evento puede tener efectos
motivadores, brindar seguridad y compañía a la mujer.
Pasando a los resultados de las mujeres que no han vivido un embarazo,
se ha de considerar tanto el perfil, como los resultados obtenidos en la
investigación, los cuales indican que su visión de la maternidad no está
determinada por preceptos culturales (deber), ni por motivantes existenciales
(sentido de vida), concordando con que el embarazo les representaría una crisis
en mayor medida que para aquellas que ya lo vivieron. Al tomar en cuenta estos
aspectos, se podría confirmar lo señalado por Botero et al. (2018) y Velásquez
(2009) acerca de que el embarazo adolescente implica un cambio drástico en los
proyectos de vida, las responsabilidades y las identidades mismas de las
mujeres. De ahí que, este grupo lo perciba más como una crisis que impacta, ya
que tienden a sobregeneralizar, evadir y afligirse en
mayor medida.
En cuanto a los resultados de las mujeres que han vivido un embarazo, el
perfil y los resultados arrojados por los instrumentos (tienen una Visión de la
Maternidad desfavorable, un Potencial Resiliente
moderado y el embarazo representó una crisis en menor medida que para aquellas
que no lo han vivido). Indican que, aunque su Visión de la Maternidad no varía
mucho respecto al otro grupo, el porcentaje de quienes trabajan, estudian y
realizan otras actividades permite ver nuevamente lo mencionado por Botero et
al. (2018) y Velásquez (2009) pues este grupo está más enfocado al trabajo,
resaltando así las nuevas necesidades que han de satisfacer en sus vidas; lo
cual les permite percibir en menor medida al embarazo como una crisis, pues
tienden a verlo como una premisa cultural y existencial. Asimismo, genera que
se aflijan y evadan la situación en menor medida, así como que tengan mayor
autoconfianza y bienestar.
Respecto a las correlaciones, cabe resaltar que, si bien en ambos
grupos, cuanto más se percibe la crisis, más se tiende a evadir; cada uno tiene
sus matices, por ejemplo, quienes ya han vivido un embarazo, el hecho de que
tiendan a verlo como una premisa cultural y existencial les permite percibirlo
como una crisis, más control, afiliación y bienestar tendrán. Si el impacto que
tiene la crisis es grande, en ambos grupos evaden más y sobregeneralizan;
sin embargo, quienes no han vivido un embarazo tienden a afligirse en mayor
medida, lo cual puede relacionarse con el hecho de que no lo ven como un deber
ni como un sentido de vida. En otras palabras, que al no representar algo
satisfactorio o normativo, se inclinarán a percibirlo como un obstáculo.
Con respecto a la Visión de la Maternidad y el que no se haya
relacionado ni con el Potencial Resiliente, ni con la
crisis; resulta evidente que se debe, precisamente a cuáles son los preceptos
que se ostentan. Ya que estos son muy claros tanto en quienes han vivido un
embarazo (lo ven como una premisa cultural y existencial, por lo que no se
generaría una crisis al no considerar el evento como una decisión que tomar,
sino como un camino preestablecido a seguir), como para quienes no han vivido
un embarazo (no lo ven ni como deber, ni como sentido de vida; por lo cual,
para ellas no hay razones que las “aten” a “cumplir” con el embarazo, aunque no
lo deseen así). Es decir, que la presencia de la crisis y el potencial resiliente son independientes de la forma en que ven a la
maternidad, sino que más bien tienen que ver con los recursos y condiciones con
las cuales cuentan al momento del evento.
CONCLUSIONES
Es importante que se trabaje no solo a modo de intervenir para resolver,
sino para prevenir, pues si se dota a las mujeres de recursos (información,
apoyo, etc.), se proporcionaría las herramientas necesarias para que sepan qué
hacer ante una situación como el embarazo adolescente; esto de acuerdo con sus
expectativas, metas y objetivos en la vida, ayudándolas así a solventar una
posible situación de crisis. A su vez, al contar con los recursos necesarios,
mejoraría su potencial resiliente, ya que habría más
aspectos en su vida que puedan utilizar para enfrentar los obstáculos y salir
fortalecidas de cada experiencia, sea esta una crisis o no.
Aunque en este trabajo no se ahondó mucho en todos los aspectos de la
vida de las adolescentes que se encuentran en esta situación, se ha podido
vislumbrar la importancia de estos (familia, escuela, trabajo, comunidad,
etc.). Finalmente, se ha de resaltar la necesidad de no solo realizar investigación,
sino también intervención, ya que ese es el fin último, trabajar en pro del
buen vivir de las personas y, si bien para ello ya se encuentran sentadas las
bases tanto en los escritos revisados en esta investigación, así como en este
mismo trabajo y en muchos otros, habría que pasar al siguiente paso:
desarrollar programas de intervención que consideren las condiciones
específicas en las que viven las personas.
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Aspectos Éticos – Legales. Los autores declaran haber respetado las normas
éticas salvaguardando lo establecido en el ejercicio profesional.
Conflicto de Intereses. En la presente investigación los autores
declaran no haber incurrido en ningún conflicto que desglose cualquier interés
personal al realizar el presente artículo.