REPSI - Revista
Ecuatoriana de Psicología
Volumen 7, Número 17, enero-abril 2024
ISSN: 2661-670X ISSN-L: 2661-670X
pp. 60 - 72
Estrés parental en padres de niños con y sin trastornos del espectro autista
Parental stress in parents of children with and without
autism spectrum disorders
Stress parental em pais de crianças com e sem perturbações do espectro do autismo
Ada Fatima Ángeles Rodríguez
https://orcid.org/0000-0001-8836-0681
Lida Marlene Fernández Monge
https://orcid.org/0000-0003-2865-9280
Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Lima, Perú
Recibido 17 de noviembre 2023 / Aceptado
22 de diciembre 2023 / Publicado 19 de enero
2024
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RESUMEN
Los Trastornos del Espectro Autista
(TEA) se caracterizan por deficiencias en la comunicación social, estereotipias e intereses restringidos, que pueden generar malestar
psicológico en las familias. El objetivo
del estudio fue comparar el nivel de
estrés en padres de niños con y sin TEA que
asisten a una institución educativa. La investigación fue cuantitativa con un diseño descriptivo-comparativo,
para una muestra de 144 padres. Se aplicó como técnica la encuesta y el Cuestionario de Estrés Parental como
instrumento. Los resultados revelaron que el 100% de los padres de niños sin TEA
presentaban estrés dentro del rango normal,
mientras que el 37,5% de los padres de niños con TEA experimentaban estrés con significación clínica.
Se observó que la
edad no influye significativamente en el estrés parental, pero sí existen
diferencias significativas entre géneros, siendo las madres quienes muestran
mayor estrés clínicamente relevante. Además, el número de hijos y la falta de asistencia directa en el cuidado
de los niños también se relacionaron con mayores niveles de estrés parental.
Palabras
clave: Trastorno del Espectro Autista; Estrés parental;
Autismo; Estrés clínico
ABSTRACT
Autism Spectrum Disorders
(ASD) are characterized by deficiencies in social communication, stereotypies and restricted interests, which can generate psychological discomfort in families. The objective of the study was to compare the level of stress in parents of children
with and without
ASD who attend an educational institution. The research was quantitative with a descriptive-comparative design, for a sample of 144 parents. The survey was applied as a technique and the Parental Stress Questionnaire as an instrument. The results
revealed that 100% of parents of children
without ASD experienced stress within
the normal range, while 37.5% of parents
of children with ASD experienced stress with clinical significance. It was observed
that age does not significantly influence parental stress,
but there are significant differences between genders, with mothers showing
greater clinically relevant stress. Additionally, the number of children and lack of direct childcare
assistance were also related to higher levels
of parenting stress.
Key words: Autism Spectrum Disorder;
Parenting stress; Autism;
Clinical stress
RESUMO
Os Transtornos do Espectro Autista (TEA) são caracterizados por deficiências na comunicação social,
estereotipias e interesses restritos, o que pode gerar desconforto psicológico nas famílias. O objetivo
do estudo foi comparar o nível de estresse
em pais de crianças com e sem TEA que frequentam uma instituição de ensino. A pesquisa foi quantitativa com desenho descritivo-comparativo, para uma amostra
de 144 pais. Aplicou-se a pesquisa como técnica e o Questionário de Estresse Parental como instrumento. Os resultados revelaram que 100% dos pais de crianças sem TEA vivenciaram estresse dentro da normalidade, enquanto 37,5% dos pais de crianças com TEA vivenciaram estresse com significado clínico.
Observou-se que a idade não influencia significativamente o stress parental, mas existem diferenças significativas entre os géneros, com as mães a apresentarem maior stress clinicamente relevante. Além disso, o número de filhos e a falta de assistência direta aos
filhos também estiveram
relacionados com níveis mais elevados de stress parental.
Palavras-chave: Autism Spectrum Disorder; Parenting
stress; Autism; Clinical stress
Los pacientes
diagnosticados con TEA presentan un conjunto de alteraciones en el desarrollo cerebral. En el ámbito
psicológico, se clasifica
como un trastorno de neurodesarrollo que se caracteriza por deficiencias en la
comunicación social y patrones de interés específicos y comportamientos
rutinarios (Hodges et al., 2020). Según la Organización Mundial de la Salud
(2023), el 1% de la población infantil
tiene TEA, aunque
la gran variabilidad entre estudios sugiere que la prevalencia puede ser mayor. Se
diagnostica más en el sexo masculino, habiéndose evidenciado la existencia de un sesgo de género (Fernández y Onandia,
2022). Por otro lado, se estima que más
del 70% de las personas diagnosticadas con TEA
presentan comorbilidad con otros trastornos,
siendo los más frecuentes el determinado por déficit
de atención con o sin hiperactividad y la ansiedad, con una prevalencia del 28% y 20%, respectivamente (Zeidan et al., 2022).
En los Estados Unidos,
según reporte de
los Centros para el Control
y la Prevención de Enfermedades (2023), la prevalencia del
TEA en el año 2000 fue 1 de cada 154 niños
menores de 8
años (0,6%) y al 2016 fue 1 de
cada 54, con una frecuencia de 4.3
veces mayor en niños que niñas. México
reporta que 1 de cada 115 niños tienen TEA
(Zavaleta et al., 2018). En Ecuador, se estima
una prevalencia de 0,28% en niños menores de 5 años (Ministerio de Salud Pública,
2017).
En Perú, el Registro
del Consejo Nacional
para la Integración de la Persona con Discapacidad (CONADIS), no cuenta con datos de prevalencia del TEA a nivel nacional.
Sin embargo, el Ministerio de
la Mujer y Poblaciones Vulnerables
(2021), informa que en 2018 había 219
249 personas inscritas, de las cuales el 2.06%
fueron diagnosticadas con TEA (80,9% varones y 19,1% mujeres), con una tendencia de incremento anual de la prevalencia de esta
condición, lo que destaca la
necesidad de servicios especializados para abordar
terapéuticamente estos casos.
Teniendo
en cuenta las dificultades y
trastornos asociados al TEA, las situaciones a las que se enfrentan
los padres pueden
derivar en estrés parental (Alvarado et al., 2021). Para afrontar
estas circunstancias, los padres utilizan
estrategias específicas de crianza (Vernhet et al.,
2019). Del mismo modo, el estrés
parental también puede presentarse en progenitores de niños sin espectro autista
en distintos puntos a nivel global. En una investigación realizada en Indonesia, se concluyó que el 75.34% de los progenitores experimentan niveles moderados
de tensión al tener que equilibrar
sus responsabilidades laborales con el acompañamiento
a sus hijos durante su proceso de aprendizaje (Susilowati y Azzasyofia, 2020).
Estos
escenarios subrayan la necesidad
de proporcionar herramientas a los padres para enfrentar los desafíos de la crianza,
independientemente de la presencia de un
diagnóstico de TEA en sus hijos. En
algunos países latinoamericanos, como Chile, se han llevado
a cabo investigaciones acerca del estrés parental,
determinado por diferentes causas, incluida la de
ser padres de niños con autismo, destacando su impacto
crónico en la salud mental de los padres
y subrayando la falta de intervenciones psicosociales para fomentar
su bienestar emocional
(Montecino et al., 2021). De igual forma, Fernández y Espinoza (2019),
resaltan la necesidad de adoptar un
enfoque preventivo con esta población.
En el contexto peruano,
datos proporcionados
por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF)
revelan que, a finales de 2020, el 30%
de los cuidadores evaluados mostraban
riesgo de depresión, el 26.4% reportaba
algún síntoma depresivo, y el 20% presentaba baja resiliencia. Ante estas cifras, la UNICEF (2021),
propuso estrategias para promover el autocuidado y el desarrollo de habilidades parentales. Investigaciones conducidas en Perú por Meléndez et al., (2021), destacan que la
autosuficiencia de los padres y las
conductas problemáticas de los niños
con TEA son factores predictores del estrés parental. En las instituciones analizadas, tanto padres de hijos con TEA como aquellos
cuyos hijos no presentan el
trastorno, reportan niveles de estrés,
pero este es significativamente más elevado en los progenitores de niños con TEA, lo que implica
que enfrentan dificultades para implementar pautas
conductuales que favorezcan la crianza
positiva.
A nivel internacional, Vela y Suárez (2020), señalan que el estrés intenso es común en
padres de niños con discapacidad,
incluyendo TEA. Por su parte Ochoa
(2021), revela que un alto porcentaje de padres experimenta algún grado de depresión y estrés, con una relación directa con la
condición TEA de sus hijos. En
correspondencia, De Clercq et al. (2022), identifican que la emoción expresada en el entorno familiar se relaciona con
diferentes estilos de crianza; Wang
et al., (2020), concluyen que el estrés y la participación de los padres afectan la satisfacción en las familias que cuidan de niños con TEA y Di Renzo
et al. (2020), subrayan la importancia de adoptar una perspectiva integral
en la intervención de los padres, abarcando
diversos aspectos de la vida familiar para lograr enfoques más efectivos.
Desde
una perspectiva fundamental, el
estrés parental se describe como el malestar
experimentado por los padres o madres en relación con la función
de cuidar, educar y atender
las necesidades de sus hijos (Betancourt et al., 2021). De manera similar, se puede
afirmar que este fenómeno
surge del proceso
de crianza y está asociado
con la evaluación personal de la concordancia entre el desempeño
real e ideal en el papel de
padre, los recursos que perciben como
disponibles para desempeñar dicho rol, así como las expectativas en relación con el niño y sus características (Barbosa Sindeaux Lima et al., 2021).
El estrés parental abarca diversas
dimensiones, como malestar paterno,
interacción
disfuncional padre-hijo, percepción de un niño difícil y la frecuencia de aparición de eventos estresantes; incluye tensiones, conflictos con el otro progenitor, depresión, entre otros
factores. La interacción disfuncional
padre-hijo se centra en la
percepción de los padres sobre en qué medida
su hijo cumple con sus expectativas y el nivel de apoyo que reciben de él o ella. La dimensión de niño difícil se relaciona con la
evaluación de la facilidad o dificultad para orientar a los hijos
según sus rasgos conductuales
(Sánchez Griñán, 2015). Este tipo de interacción contribuye a la reducción de sentimientos negativos y agresivos
hacia el hijo con discapacidad (Vargas y Maldonado, 2022). Los sucesos
estresantes, considerados eventos
significativos en la vida, se asocian con diversas patologías y aumentan la vulnerabilidad al
estrés (López et al., 2019; Ramírez
et al., 2023). En el contexto del diagnóstico de niños con TEA, los padres enfrentan
una experiencia emocionalmente agotadora y prolongada, generando
una carga significativa de estrés (Alvarado
et al., 2021).
Atendiendo a la problemática esbozada, el
objetivo del presente trabajo es comparar el estrés parental en padres de niños con y sin TEA
que asisten a una institución educativa de Lima, Perú.
La investigación es de tipo cuantitativa, con un diseño descriptivo-comparativo, no
experimental, se apoyó en el método hipotético-deductivo. La población estuvo integrada por 150 padres
de
familia, de ellos a través de un muestreo no
probabilístico e intencionalidad se determinó una muestra de 144, distribuidos en 72 progenitores de niños diagnosticados con TEA y otros
72, cuyos hijos no tenían el trastorno.
Para la medición de la variable
de análisis, se eligió el cuestionario de Estrés
Parental. Este instrumento original presenta
36 ítems distribuidos en tres dimensiones y una
escala de sucesos estresantes. La primera dimensión
se denomina Malestar Paterno
(ítem 1 al 12), la cual se refiere
a los conflictos con la pareja
en los estilos de crianza,
la falta de apoyo externo
para cuidar al hijo, el sentido de competencia para atender las necesidades del hijo y el aplazamiento de otras actividades. Es decir, los factores intrínsecos, características individuales del padre o madre, y la
percepción que tienen sobre su rol como tal.
Puntajes altos en esta dimensión implican también sentimientos de culpa, dificultad para
actuar con asertividad y autoridad ante el niño, sensación de restricción de la libertad, aislamiento
social, y deterioro en la salud.
La segunda
dimensión denominada
Interacción Disfuncional Padre-Hijo (ítem 13 al 24) mide la relación conflictiva que surge
entre el padre y el hijo que se ha
ido formando a lo largo del tiempo,
y que se relaciona con las expectativas que tienen los padres acerca del desarrollo de su hijo, la percepción que tienen sobre calidad de la
relación entre ambos y el reforzamiento que reciben de sus hijos.
La tercera
dimensión es Niño Difícil (ítem
25 al 36) que busca medir el
grado en que el estrés parental se ve
potenciado por las características propias del hijo como el temperamento, necesidades, conducta y adaptabilidad. Es decir, los aspectos
del niño que dificultan el rol de la crianza
de los padres, como por ejemplo la capacidad del niño para adaptarse a cambios, la demanda de atención
mediante conductas, el estado de ánimo, distractividad y sobreactividad.
Sus baremos
o niveles son dos: a) Significación clínica (igual o mayor al PC 85); b)
Menor al PC 85 rango normal.
En el caso del Método del Ítem Test se descartaron los ítems que no presentaban una correlación
significativa y se mantuvieron los que sí la mostraban. Analizando, se tiene que los ítems
sobre la dimensión
Malestar Paterno tuvieron
coeficientes r entre 0,204 (ítem 7) hasta 0,740 (ítem
4). A su vez, los ítems acerca
de la dimensión Interacción Disfuncional Padre-Hijo presentaron coeficientes r entre 0,223 (ítem 8) hasta 0,769 (ítem 10). Por su parte, los ítems sobre la dimensión
Niño Difícil expresaron coeficientes r entre 0,291 (ítem 21) hasta 0,794 (ítem 19). Finalmente, al respecto de los ítems acerca de la escala
de suceso estresantes presentaron coeficientes r entre 0,217
(ítem 43) hasta 0,484 (ítem 33). Todos los ítems citados participaron en la investigación.
Así también,
la confiabilidad del instrumento
ya adaptado se estableció
mediante el coeficiente Alfa de Cronbach. Los valores obtenidos fueron de 0,777
para la dimensión Malestar Paterno;
0,754
para Interacción Disfuncional padre-hijo; 0,845 para Niño Difícil y 0,845 para la escala
de sucesos estresantes. Estos datos indican fiabilidad entre las respuestas de cada dimensión del
Cuestionario de Estrés Parental y
sugieren que las preguntas incluidas
son coherentes y correlacionadas entre sí.
La recolección de la información se realizó una vez que se tuvo la autorización de la institución para aplicar la encuesta como técnica y el Cuestionario de Estrés Parental
como instrumento, así como el
consentimiento informado de los padres participantes. Se realizaron
la prueba Chi para analizar la relación entre las variables, la prueba de normalidad Kolmogorov-Smirnov para verificar si los datos seguían
una distribución normal y la prueba U de Mann-Whitney para determinar si existía diferencia significativa entre el estrés parental en padres de niños con y sin TEA. Para realizar el
análisis se utilizó el software estadístico SPSS.
De
los resultados, se aprecia que la condición de la muestra es equitativa, ya que hay cantidades homogéneas de padres de hijos con TEA
(n=72) y sin TEA (n=72), para un 50 %
en ambos casos. En cuanto a la edad, el 51,4% tiene 74 años y el 48,6% tiene 70 años. Predomina el sexo femenino, ya que participaron mayoritariamente madres en número de 120 (86,1 %) y el 13,9 % fueron
varones, en número 20. En cuanto al número de hijos, el 62,5
%
de los participantes tiene solo un hijo, seguido del 27,1 % con dos, solo el 6,9 % con tres hijos y el 3,5 %
con cuatro.
Según se aprecia en la Tabla 1, los puntajes de estrés parental de los padres de
niños sin TEA tuvieron una media de
41,46 (± 2,594). Asimismo, el puntaje
mínimo fue de 35, y el máximo de 49, dando un rango de 14. Por su parte, la mediana
se encontró en el puntaje
de 41. Al respecto de la
asimetría fue de 0,298; lo cual indica que los
puntajes fueron ligeramente sesgados hacia el lado positivo. Mientras que la curtosis fue de 0,485; de manera que los puntajes fueron
ligeramente leptocúrticos.
Tabla
1. Estrés parental de los padres de niños sin TEA.
Estadísticos |
Resultados |
Media |
41,46 |
Desviación estándar |
2,594 |
Mínimo |
35 |
Máximo |
49 |
Mediana |
41 |
Asimetría |
0,298 |
Curtosis |
0,485 |
La Tabla 2 muestra
los puntajes de estrés parental
de los padres de niños con TEA presentaron una media de 66,51 (± 10,587). Por su parte,
el puntaje mínimo fue de 38, y el máximo
de 81, dando un rango de 67. Asimismo, la mediana
fue de 69. A su vez, en relación
a la asimetría fue de
-0,95;
lo cual quiere decir que los puntajes fueron
ligeramente sesgados hacia el lado negativo. Por su parte, la curtosis fue de 0,805;
por lo cual, los puntajes fueron ligeramente leptocúrticos.
Tabla
2. Estrés parental de los padres de niños con TEA.
Estadísticos |
Resultados |
Media |
66,51 |
Desviación estándar |
10,587 |
Mínimo |
38 |
Máximo |
81 |
Mediana |
69 |
Asimetría |
-0,95 |
Curtosis |
0,805 |
Según
se aprecia en la Figura 1, el
100% (72) de los padres de
niños sin TEA presentó estrés dentro lo denominado normal.
Este resultado refleja
que existe buena salud mental en los
padres, lo cual favorece y repercute en la educación y buen desarrollo psicológico y
mental de sus hijos.
Figura 1. Niveles
de estrés parental
en padres de niños sin TEA.
En
la Figura 2 se aprecia que el 62,5% (45) de los
padres de niños con TEA tuvo estrés normal. Mientras que el
37,5% (27) tuvo significación clínica. Se evidencia que mayoritariamente hay padres que son capaces
de controlar los cuadros
de estrés o tienen herramientas de afrontamiento, pese a que puedan pasar por
procesos de sobrecarga, tensión y desgaste emocional. Es necesario diseñar estrategias para los padres que no pueden
gestionar estos episodios, generalmente provocados por sus
hijos con TEA, que les permita tener
un mejor manejo de la afectación.
Figura 2. Niveles
de estrés parental
en padres de niños con TEA.
En
la Tabla 3 se muestra la relación entre el indicador
edad de los padres y el estrés, predomina
el 82,4% (61) de los padres adultos
con nivel normal de estrés y el 80,0% (56) de los
padres adultos intermedios con los mismos resultados. De acuerdo al X2
la edad de los padres no se asocia significativamente con el nivel de estrés
parental (X2 = 0,140; p > ,05).
En relación
al sexo y el estrés,
el 78,2% (97) de los padres de sexo femenino
tuvo estrés normal
y el 100,0% (20) de los padres de sexo masculino presentó nivel normal.
La prueba Chi cuadrado mostró
un valor significativo de 5,360 para p <
,05),
lo que proporciona suficiente evidencia para
afirmar que hay diferencias significativas en el nivel de estrés parental
entre los grupos
de género en el estudio
analizado.
De
los datos acerca del número de hijos y el estrés
paternal, el 100,0% (90) de los padres que tuvieron un hijo presentaron nivel normal de estrés. Por su parte,
el 61,5% (24) de los padres
con 2 hijos presentaron nivel normal de estrés y el
38,5% (15) presentó nivel de significación clínica.
Por su parte, el 100,0% (5) de los padres con
4 hijos manifestaron nivel de significación clínica de estrés. Por lo que se determina que el número de hijos se asocia
significativamente con el nivel de
estrés parental (X2 = 69,624; p < ,01). Este resultado
no tiene en cuenta la especificación de cuantos hijos padecen o no de TEA.
Respecto al indicador cuidador
y el estrés parental, el
90,4% (75) de los niños que tuvieron cuidador, sus padres presentan
un nivel normal
de estrés y el 9,6% (8) tuvo nivel de significancia clínica.
Por otro lado, el 68,9% (42) de los niños que no contaron con cuidador, sus padres manifestaron un nivel normal de estrés
y el 31,1% (19) tuvo nivel de significación clínica. Por su parte, en concordancia con el X2 resultante, el indicador cuidador se asocia significativamente con el nivel de estrés
parental (X2 = 10,677; p <
,05).
Tabla
3. Relación
entre el estrés parental con la edad, sexo, número de hijos y asistencia de un cuidador.
En
cuanto a la prueba de hipótesis, se partió de
la prueba de normalidad Kolmogorov-Smirnov, que mostró una distribución normal (Z = ,098; p >
,084)
en relación al estrés parental de los padres
de niños sin TEA. Por el contrario, para los que
sus hijos padecen el trastorno no se obtuvo una distribución normal
(Z = ,162; p < ,001). De acuerdo a estos resultados, se optó por evaluar con la prueba U de Mann-Whitney Tabla 4.
Tabla
4. Estrés parental de padres de niños sin TEA y con TEA
De acuerdo al resultado, existen diferencias significativas entre el estrés parental
en padres de niños con y sin TEA de una institución educativa
de Lima (U= 268,50; p <,001). Lo que implica que los padres con hijos con TEA muestran
mayores niveles de estrés
o son más propensos a padecerlo.
Los resultados de la presente
investigación revelan que el
37,5 % de los padres cuyos hijos han sido diagnosticados con TEA manifiesta
indicadores de estrés con significación
clínica, lo cual coincide
con la postura reflejada en el estudio
de Vela y Suárez (2020), en el que se comprobó también, que los padres de niños que poseen alguna discapacidad o condición como el
espectro autista, son más propensos
al estrés intenso,
siendo un agravante para la situación
emocional y funcional de la
familia en general y claro está, para
el desarrollo pleno y la salud de los niños en
sí. Se concuerda con Kim (2017), que considera la incidencia del estrés permanente en las familias por el estado irrecuperable de una discapacidad
y se coincide con Choi (2019),
quien establece que hay mayor estrés en las familias
con hijos diagnosticados con TEA, respecto a otras
sin esta condición.
No se manifiesta una relación significativa entre el estrés parental con la edad de los padres consultados, lo que contrasta con los resultados de Tacca Huamán et al. (2020), quienes demostraron una relación directamente proporcional
entre la edad de los padres de hijos
con TEA y el estrés parental.
Los
resultados del estudio revelaron que el
sexo de los padres abordados es un
factor vinculado al grado de estrés
presentado, siendo las madres las que manifiestan síntomas
con relevancia médica. Este
dato se corresponde en buena
proporción con los resultados alcanzados en el
estudio de Di Renzo et al., (2022), en los cuales
se advirtió que las madres tienen una carga
de estrés mayor en lo que respecta
a la crianza de los niños con TEA. El escenario planteado
advierte que las madres por su condición natural de cuidadoras y de mayor conexión emocional
con los niños se ven enfrentadas constantemente a desafíos
impuestos por la condición TEA que superan su capacidad de entrega y las hace vulnerables al desgaste emocional
y físico, aun cuando existen
elementos educativos y de autocontrol que permean sustancialmente
estas situaciones.
En el mismo sentido,
se subraya el hecho deque el número de hijos es definitivamente, un hecho que potencia los niveles de estrés clínico
en
los padres de niños con TEA que formaron parte
del estudio. Esta premisa sintoniza con el resultado
obtenido por Ochoa
(2022), en el que se demostró que la condición autista del niño genera
en los padres, altos porcentajes de estrés, limitando la calidad de vida del núcleo familiar,
lo cual incluye por supuesto a otros hijos presentes que, generalmente, reciben menos atención
y llegan a sentir ansiedad y celos por el rol
absorbente y demandante de la condición
del menor con TEA.
En esta investigación se determina que los padres que no recurrieron a la figura
de un cuidador, sufrieron mayores
cargas de estrés en condición
clínica, dado que el cuidado
y la atención de los niños
con TEA recayeron estrictamente en su
responsabilidad, limitando así la posibilidad de desarrollo en otras áreas como la profesional o personal
y la satisfacción que
pueden llegar a sentir en cuanto al
rol que ejercen como padres; aspecto
destacado igualmente en la investigación de Wang et al. (2020),
en la que además se concluye
que la participación directa y constante de los padres en la crianza de niños con TEA sin ayuda o asistencia de otras personas, tiende a
disminuir la calidad de vida de estos padres y contribuye al surgimiento de relaciones poco saludables en términos emocionales y conductuales entre padres e hijos.
En la presente investigación se muestra la
relación del estrés parental como elemento asociado a la crianza de niños con TEA, lo
que concuerda con los fundamentos teóricos de Lazarus (1990) y
Folkman (2009), quienes
plantean que la interacción constante
con situaciones estresantes pone en riesgo
el bienestar personal
y las expectativas enmarcada en un proyecto
de vida futuro.
Se
concluye que los padres de niños con TEA que participaron en el estudio
están sometidos a niveles mayores
de estrés parental,
en comparación con los padres
que no enfrentan tal escenario.
Se
demuestra que la edad no es un factor que modifique
de manera relevante el estrés parental; sin embargo,
existen diferencias significativas entre los grupos de género,
siendo las madres
quienes lo manifiestan con significación clínica.
Además, el número de hijos es un factor significativo en relación al estrés de los padres
de niños TEA, así mismo, los padres que no tuvieron
asistencia directa en el cuidado de los niños,
presentan mayores indicadores de estrés parental.
CONFLICTO DE INTERESES. Los autores declaran
que no existe conflicto de intereses para la publicación del presente artículo científico.
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